Alberto Fernández se festeja a sí mismo, solo y tratando de colgarse de la Selección

En una ceremonia con ‘ciudadanos beneficiados por el gobierno’, es decir con poca gente, el presidente festeja sus tres años de mandato. Quiso aprovechar el triunfo en semifinales. No es esa la forma en que el presidente, y los políticos en general, podrían aprender algo de Scaloni.

Por Marcos Novaro – Sabía de antemano que no irían Cristina Kirchner ni La Cámpora, que hace tiempo vienen voceando abiertamente que este no es su gobierno, así que su fracaso no los toca. Y podía intuir que tampoco serían de la partida sus hasta hace poco amigos de la CGT, ni los gobernadores. La mayoría de los cuales, reunidos días atrás en el CFI, reaccionaron al renunciamiento de la vice alejándose definitivamente del presi.

Lo que era por demás esperable, porque si ella se está corriendo del centro de la escena, pierde sentido cargar con todo el lastre que significa Alberto Fernández para equilibrar su poder. Tan es así, que los hasta hace poco más ‘albertistas’ en ese pelotón se ocuparon de que llegara a los medios su diagnóstico sobre la gestión en curso, y eligieron un calificativo que no dejara dudas, ‘lamentable’.

Si hasta varios de sus ministros tuvieron el atrevimiento de faltar al cumpleaños, y Sergio Massa llegó tarde, como quien pasa a saludar para cubrir una formalidad. El poder de convocatoria del presidente y sus colaboradores aún fieles está peligrosamente cerca de cero.

Las chances de generar alguna repercusión positiva con esta autocelebración en esa dirigencia peronista son, además, tan bajas como las de lograrla en la opinión pública. Ante todo, porque para la enorme mayoría de la sociedad, como es evidente, no hay nada que festejar.

Los organizadores del acto imaginaron una escena en que ciudadanos comunes cuidadosamente escogidos de distintas categorías laborales y sectores sociales agradecían los beneficios recibidos del gobierno, vacunas, algunas pocas viviendas, planes sociales, subsidios de algún otro tipo. Queriendo instalar la idea de que, contra lo que se dice, el gobierno del Alberto Fernández y Cristina Kirchner ha estado trabajando duro en beneficio de la gente, y repartiendo panes y peces a cuatro manos.

Es como querer ocultar el sol con las manos

El sol sería la inflación, la caída de los ingresos reales, el estancamiento de la actividad, el consumo, el empleo y la inversión, la inseguridad y la desconfianza que generan las instituciones en general. Y las manos, unas pobres compensaciones que se derriten y evaporan antes de que los beneficiarios puedan disfrutarlas.

Todo esto no alcanzó, de todos modos, a desalentar a los organizadores del acto, y en particular a su principal impulsora, la vocera Gabriela Cerruti, partidaria entusiasta de la idea de que la ola de euforia futbolera generada por el desempeño del equipo de Scaloni ofrece oportunidades para casi cualquier cosa, incluso para cambiar la opinión general sobre el presidente.

Solo en mentes afiebradas, y ganadas tal vez por la desesperación, puede prender una ocurrencia como esa. Que va, ante todo, contra las múltiples señales que se han venido acumulando a lo largo de los últimos meses respecto al carácter por completo apolítico, tanto de la selección de Scaloni, por explícita decisión de él mismo y de los jugadores, como de las simpatías que ella despierta en la sociedad.

El propio DT lo aclaró en la conferencia de prensa que brindó después del partido contra Croacia, y sería bueno que Gabriela Cerruti tomara nota, para no meter más la pata. Dijo Scaloni allí que ‘tal vez en otro lado puede sonar a político, pero acá en la selección no existe eso, acá todos tiramos para el mismo lado por un bien común, no hay hinchas de ningún club’. ‘Sonar a político’ es como lo más horrible que te puede pasar, según él, por si no quedaba claro.

Pocas veces en nuestra larga historia de politización del fútbol estuvo tan divorciado un ámbito del otro, fue tan evidente que a la política le resultaría infructuoso tratar de sacar provecho de un buen resultado en la cancha. Y que si lo intenta, podría más bien terminar haciendo el ridículo.

Algo que hicieron ya varias veces en verdad, porque tanto Scaloni como los jugadores se negaron a colaborar con el oficialismo en más de una oportunidad, lo hicieron al obtener la copa América, en plena pandemia, cuando murió Hebe de Bonafini, y dejaron en claro que no les convenía seguir insistiendo.

Puede que Alberto Fernández y Cerruti calculen que, de todos modos y perdido por perdido, les conviene hacer exactamente eso, insistir. E incluso el presidente viaje a Doha para la final. Si va a estar Macri, ¿por qué no va a estar también él?

Aunque lo cierto es que tampoco al expresidente le ha servido de mucho, más que para que se hable hasta por los codos de mufas, cábalas y cosas por el estilo. En relación a lo cual también la selección de Scaloni tiene mucho para enseñar. Porque el país parece haber sido ganado por el pensamiento mágico en estos días, todo el mundo está enloquecido imaginando formas de convocar a la suerte y de espantar la mala fortuna. Salvo el DT y su equipo, que por suerte, valga la paradoja, están solo dedicados a hacer bien su trabajo, jugar al fútbol.