Alejandro Toledo, la esperanza de la democracia en Perú que terminó preso acusado de corrupción

Gobernó entre 2001 y 2006. Impulsó el crecimiento económico y fue un firme adversario de Alberto Fujimori.

El ex presidente de Perú Alejandro Toledo, quien encarnó en 2001 la esperanza del país por el retorno a la democracia, llegó este domingo a Lima extraditado desde Estados Unidos, para afrontar un proceso por corrupción que podría terminar en una condena de hasta 20 años de cárcel.

Toledo, de 77 años, arribó escoltado por alguaciles estadounidenses en un vuelo comercial procedente de Los Ángeles. Lucía demacrado -aunque sin la silla de ruedas con que se lo vio en el aeropuerto de partida- y ocultaba bajo una manta las manos presumiblemente esposadas.

En un primer paso judicial, el ex mandatario fue llevado a una instalación policial del aeropuerto Jorge Chávez, donde se le notificó que queda privado de la libertad, pues está vigente una orden de prisión preventiva en su contra por 18 meses.

En ese lapso, Toledo enfrentará un proceso por presuntos lavado de activos, colusión ilegal y tráfico de influencias, derivados de la supuesta recepción de un soborno por unos 35 millones de dólares pagado por la constructora brasileña Odebrecht por la adjudicación de un tramo de la carretera Interoceánica, que conecta al Pacífico de Perú con el Atlántico de Brasil.

El fiscal del caso, José Domingo Pérez, pide 20 años de cárcel para el ex presidente, quien durante seis años logró dilatar el proceso de extradición por parte de Estados Unidos, país en el que vivió buena parte de su vida y en el que se formó profesionalmente.

Finalmente fue derrotado en todos los recursos que presentó y se entregó el viernes a las autoridades norteamericanas.

«Solo pido que no me maten en la cárcel», dijo, tras admitir que la extradición era un hecho y asegurar que sufre complicaciones graves de salud, incluido un supuesto cáncer.

 

A la cárcel con Alberto Fujimori y Pedro Castillo

En Lima, Toledo irá a la cárcel Barbadillo, en la que solo hay otros dos internos: los ex presidentes Alberto Fujimori, que paga 25 años de cárcel desde 2007 por 25 asesinatos, y Pedro Castillo, que espera un proceso por supuesta sedición, derivada del intento de cierre del Congreso por el que fue destituido en diciembre pasado.

«Toledo generó esperanza y terminó siendo un penoso personaje. No se puede decir que gobernó mal, que maltrató a la economía o que fue insensible con la pobreza. Tampoco que fue un gran represor. Pero había algo en él que lo hacía poco creíble, borroso, ridículo incluso», comentó el analista Ramiro Escobar.

Hijo de un albañil y de una lavandera de ropas, Alejandro Toledo nació en el pequeño poblado quechua de Cabana, en los Andes norteños, y creció en la ciudad de Chimbote, donde sobrevivió como lustrabotas o vendedor ambulante de pescado.

Su vida, que parecía destinada a ser una más entre las de los millones de peruanos en pobreza extrema, dio un giro en 1980, cuando obtuvo una beca para estudiar en Estados Unidos. «Cholo de Harvard», lo apodaron sus adversarios en referencia al origen étnico y social que despreciaban.

Con una procedencia indígena que se refleja en su rostro, Toledo apareció en el panorama político peruano en la década de 1990, como un egresado y profesor visitante de la universidad estadounidense de Stanford que solía comentar temas económicos.

Su carrera política arrancó en 1995 con una postulación a la presidencia en la que solo sacó el 3,3 por ciento de los votos.

Volvió a presentarse en el año 2000, con el partido Perú Posible (del que fue fundador y presidente), y fue el más votado en la primera vuelta con un 40%. Sin embargo, no se presentó a la segunda, tras denunciar un supuesto fraude por parte de Alberto Fujimori. Y se convirtió en uno de los abanderados de la lucha en la calle que propició la caída del entonces ganador.

En 2001 se celebraron nuevas elecciones y Toledo se impuso en la segunda vuelta a Alan García. Asumió la Presidencia en julio de ese año.

Durante su gobierno sacó a Perú de la recesión y logró que la economía creciera de forma sostenida, pero no consiguió apagar el descontento social que se expresó en frecuentes protestas por el país.

Además, su popularidad fue disminuyendo en medio de escándalos en su vida personal -entre ellos, la paternidad no reconocida de una niña- y denuncias por corrupción contra personas de su entorno. Terminó su mandato en 2006 y fue reemplazado por Alan García.