La Iglesia frente a la dramática realidad social que palpa y los inquietantes pronósticos de sus expertos

El problema social es cada vez más preocupante, pero no se ven siquiera gestos que revelen una dirigencia política realmente preocupada y no enfrascada en las luchas de poder.

La realidad y los números se cruzaron esta semana en los medios de comunicación para evidenciar el agravamiento de la crisis social que vive el país. El sacerdote Joaquín “Tano” Giangreco admitió que en los últimos tiempos debió sumar tres comedores comunitarios a los cuatro que ya tenía en populosas barriadas del partido de Moreno, en el gran Buenos Aires.

El padre “Tano” -un auténtico cura villero- afirma que el subsidio del ministerio de Desarrollo Social de la Nación y las donaciones que recibe les resultan cada vez más insuficientes para atender la creciente demanda, y que, encima, le llegó este mes una boleta de la luz por $176.000 que deberá pagar con el dinero destinado a la compra de comestibles.

Paralelamente, el INDEC informó que la pobreza trepó al 40,1% en el primer trimestre del año (contra 36,5 % respecto al mismo período del año anterior) o sea que 18,5 millones de argentinos son pobres, con el 57% entre los menores. Mientras que la indigencia se ubicó en el 9,3 % (contra el 8,8%), abarcando a poco más de cuatro millones de personas.

Las proyecciones vaticinan un empeoramiento. El director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, estima que a fin de año la pobreza llegará al 45%. Lo paradójico es que la alta inflación -principal generadora de pobres- impedirá que sea aún mayor porque al circular más dinero -aunque depreciado- hay más changas, apunta.

Advierte, sin embargo, que si se eliminaran los planes sociales la pobreza llegaría al 55% a fin de año. Pero señala que lo más grave sería el crecimiento de la indigencia que subiría a casi el 30 %, o sea que más de 12 millones carecerían de suficiente alimentación. Lo cual -concluye- hace inviable a mediano plazo la quita de esos planes.

La campaña está agravando la situación. El ministro de Economía, Sergio Massa, al ser a la vez candidato presidencial, está repartiendo dinero -vía subsidios, asignaciones extras, baja o directamente exenciones de impuestos- que compromete las finanzas del Estado y termina generando más inflación y, por tanto, más pobreza.

Salvia considera que esta situación -catastrófica si se tiene en cuenta la riqueza potencial del país y el hecho de que a comienzos de los ‘70 la pobreza era del 4%- no tiene solución si toda la dirigencia no se pone de acuerdo en una serie de medidas para comenzar a revertirla, algo que hoy parece una total utopía.

“Los políticos enfrascados en feroces peleas están mostrando un grado de irresponsabilidad tremendo porque el cuadro social se está agravando y no se avizora una reacción conjunta, aunque va creciendo la conciencia en los actores de la sociedad de que de esto sólo se sale con grandes acuerdos”, subraya.

Si el panorama político venía siendo sombrío, en los últimos días se sumaron episodios que arrojaron más oscuridad. Ante todo, la detención de un empleado de la Legislatura bonaerense cuando retiraba dinero de un cajero con 48 tarjetas de débito de supuestos empleados de ese poder de la provincia.

El escándalo por el hecho -que desnudaría un mecanismo de financiamiento espurio de la política que abarcaría a varios partidos- creció cuando insólitamente dos jueces invalidaron la causa por considerar que hubo errores de procedimiento de la policía al detener al empleado.

En tanto, la vicepresidenta Cristina Kirchner se ocupó de que finalmente el Senado aprobara tardíamente la continuidad por cinco años más como jueza de la kirchnerista Ana María Figueroa, pese a que la Corte había dicho que no era más magistrada porque llegó en agosto a la edad límite de 75 años.

La jugada de Cristina mostró al oficialismo inmerso en una cuestión de su interés personal en medio de la crisis social y -como si no faltaran problemas en el país- provocó un conflicto de poderes, aunque parece muy difícil que la exjueza sea repuesta en el cargo.

Por si todo eso fuese poco, varios políticos no mostraron el menor decoro. Trascendió que la presidenta del Banco Nación, Silvina Batakis, fue dispendiosa al repartir cargos y sueldos entre ex familiares y amigos, además de contratar insólitamente a una numeróloga.

En definitiva, el problema social es cada vez más preocupante, pero no se ven siquiera gestos que revelen una dirigencia política realmente preocupada y no enfrascada en las luchas de poder o, simplemente, teniendo actitudes que denotan una grave insolidaridad.

De visita esta semana en el país, el uruguayo Carlos Páez Vilaró -uno de los protagonistas de la llamada “Tragedia de los Andes” (el accidente del avión en la cordillera hace 51 años)- dijo que lo que posibilitó que 19 de los 46 pasajeros y tripulantes sobrevivieran fue el espíritu de equipo.

Y completó: “Desde el cariño que les tengo, permitan decirles a los argentinos que deben actuar con espíritu de equipo ante la crisis que afrontan porque, así como están, todos peleados, van derecho hacia su ‘cordillera’, tienen rumbo de colisión”.

En ausencia de la responsabilidad previsora, acaso sea el espanto lo que haga reaccionar en algún momento -ojalá más pronto que tarde- a nuestra dirigencia. Es imperioso que se decidan a volar alto.