¿Lo popular se está haciendo de derecha?

Si poco tiempo atrás el eje de la discusión afectiva giraba en torno al kirchnerismo y el antikirchnerismo, hoy ese eje está movido y el mileismo desplazó al antikirchnerismo.

El uso de las redes sociales del que tanto se habla, pero también las apariciones en los medios, en la calle y el discurso de guerra. Un lenguaje político novedoso en medio de un debate público que había empezado a gastarse pareció ser durante la elección del año pasado una de las claves de la inserción del mileismo en la juventud, un sector del electorado que años atrás solía ser más afín al kirchnerismo.

Si durante muchos años la opción de la derecha del espectro político era mayoritariamente apoyada por la gente de mayor edad y con mayor poder adquisitivo, más cercana al clásico antiperonismo, hoy parece que esa dinámica está cambiando.

Con Juntos cada vez más repartido en internas y confirmando una tendencia que se vio en la elección, Javier Milei permeó ya no solo en los jóvenes sino también en los sectores populares, y al revés, los dirigentes del kirchnerismo que solían tener mejor imagen entre los más jóvenes tienen más aceptación entre la población de mayor edad.

En el mileismo hay una nueva forma de identificación política que -desde el otro extremo ideológico- tiene una cartografía más similar a la clásica del kirchnerismo que a la del macrismo.

Si poco tiempo atrás el eje de la discusión afectiva giraba en torno al kirchnerismo y el antikirchnerismo, hoy ese eje está movido y el mileismo desplazó al antikirchnerismo. Podrán decir que se trata de la vieja grieta, sin embargo la polarización que antes tenía un solo foco, un solo atractor de amores y odios, hoy se da con representación a dos bandas y surge en Milei un nuevo tipo de liderazgo.

El presidente libertario no logró mostrar masividad en las calles o al menos algo del volumen representativo de lo que aparece en las encuestas. No se vio ni a la mitad ni a un tercio de los argentinos yendo a darle la bienvenida cuando asumió, pero sí se ven características comunes. Hay leones, motosierras y se escuchan -como si el punto de encuentro fuera un grito- discursos encendidos y hasta violentos.

Hoy el mileismo no es una mayoría pero tiene su huella en los sectores populares y desde su surgimiento en Plaza Irlanda marca una intensidad y un estilo que tiene que ver con su forma de llegar a la política, la del que viene de afuera. La de un outsider con vocabulario propio.

La radiografía de la oposición frente a la opinión pública también muestra algunas novedades. Los dirigentes de Unión por la Patria tienen una imagen levemente mejor que antes de la elección y dirigentes del centro, peor ponderados en general, tienen mejor imagen entre los votantes de Unión por la Patria que entre los de Milei o Juntos.

En ese escenario todavía disperso la oposición parece estar moviéndose con una lógica naturalista de reacción frente a la acción. La novedad a diferencia de lo que pasó en 2015 es que si Milei sigue consolidando a un núcleo duro nuevo, en este caso la reacción deberá construirse frente a un liderazgo radicalizado y que encuentra en esa radicalización un blindaje mayor que el que tenía Mauricio Macri.

Se habla de la polarización afectiva como rasgo de la política actual y entre sus causas se expone la de la insatisfacción democrática. Suele pensarse la salida de esa insatisfacción como una respuesta económica para los insatisfechos, sin embargo es el mismo Milei el que consolida su llegada a sectores populares mientras toma medidas que los afecta directamente. Esto no significa que no se trate de la economía, sino que en ese lazo parece haber algo más que la economía.

Que un clavo saque a otro clavo, o como decía Baruch Spinoza en su Ética que un afecto fuerte solo pueda ser reemplazado por otro de igual intensidad podría interpretarse como que si un liderazgo tiene características violentas para que se consolide otro tipo de identidad debería oponérsele una fuerza igual en sentido contrario, jugando al juego del espejo eterno.

Algo así como que a la violencia y a la radicalización habrá que oponerle más violencia y más radicalización. Sin embargo lo que hizo Milei fue, justamente, entrar al juego rompiendo el espejo. Aparecieron en escena la dolarización, la escuela austríaca, los gritos, Conan y el ajuste. El presidente libertario se opuso, pero lo hizo trayendo soluciones que sonaron diferentes, con un nuevo lenguaje y otra lógica política.

Se habla de los “problemas de bolsillo” como si el malestar o la incertidumbre no pudieran venir también de la mano de la esperanza, tal vez ciega, frente a alguien que marque otro camino a seguir.

Se dice que los sectores populares no son ni de derecha ni de izquierda, y es cierto porque también hay sectores populares que respaldan a la oposición. Lo popular no se volvió de derecha, pero la derecha está encontrando una filiación popular que al igual que su propia oferta política en democracia es claramente nueva.

Animarse a construir una nueva oferta, antes que quedar atrapados en cualquier lógica mecanicista aparece como un desafío para la oposición. Romper el espejo para construir uno nuevo pareció ser una de las claves de Milei para llegar hasta ahí.