La crisis de Bolivia: la falta de dólares y la inflación imitan el declive de Venezuela y Argentina

Bolivia afronta la que puede ser su peor crisis en los últimos 40 años y las recetas que hasta el momento aplica para evitarlo se parecen mucho a las que, en su momento, utilizara Hugo Chávez en Venezuela o, más cerca en el tiempo, Alberto Fernández en Argentina.

El tipo de cambio está topado en Bolivia. Cepo cambiario, le dicen. Un tipo fijo al que cambiar cerca de siete bolivianos por un dólar. Pero hace días que eso no funciona. Ya se venden dólares por 10 bolivianos en un mercado paralelo que ha surgido ante la falta de la divisa americana. Muchas de las empresas importadoras necesitan dólares para traer mercancía al país, y no les aceptan la moneda local. Sólo dólares.

El combustible se ha encarecido en los últimos meses, al tiempo que el Ejecutivo de Luis Arce ha visto como Brasil y Argentina han pasado a demandar menos gas de Bolivia. Y eso supone que al propio país también le entran menos dólares. La crisis que hace 40 años arrasó el país se llevó consigo el peso y obligó a adoptar el actual boliviano. Era 1987. Ahora faltan dólares porque la inversión extranjera ha caído y los aliados no compran gas, y si le faltan dólares al Gobierno, le faltan dólares a las empresas que acuden casi diariamente a cambiar sus bolivianos por divisa americana. Si faltan dólares a las empresas, eligen no importar algunos productos, así que en los supermercados ya hay estantes vacíos. Y los que están llenos están empezando a subir el precio.

La frase mencionada arriba la conocen bien en Bolivia. Una encuesta realizada en febrero por la empresa Diagnosis decía que algo más del 20% de los ciudadanos creían que estaban inmersos en una crisis económica: la misma encuesta arroja hoy que casi la mitad -el 47%- de la población cree estar atravesando «una grave crisis económica». La otra mitad asegura que «es consciente de que existe un problema, pero no afecta de momento a su economía familiar». Así se explica que las primeras protestas que se están produciendo las protagonicen los sectores del transporte y la exportación de bienes, a quiene el encarecimiento del combustible y la falta de algunos productos que mover les está jugando una mala pasada. De momeno, el Gobierno de Arce se remite a la cifra oficial de inflación, del 1,31% anual en abril -la segunda más baja de América Latina-, aunque los economistas y la oposición creen que se dispararía si se retirase el tipo de cambio fijo. Eso, y los topes de los precios a algunos productos, que explican por qué algunos supermercados prefieren no traer algo que no podrán vender sin perder dinero.

 

Rebaja de calificación de Bolivia

Las agencias de calificación, Moody’s y Fitch, ya han rebajado la calificación del país por debajo del bono basura, y advierten de que la inflación se disparará en los próximos meses. Desde el Ejecutivo aseguran que «el informe no muestra una evaluación exhaustiva de todos los factores que influyen en la economía boliviana», y que el análisis de las agencias se limita a «las presiones de liquidez en moneda extranjera».

La primera vez que estas agencias emitieron un informe negativo a final de 2023, el Ejecutivo alegó que estaba «comprando oro» para tener capacidad de maniobra y «adquirir dólares si fuera necesario», pero las reservas de oro no han crecido, y vuelven a faltar los dólares.

Posición del Ejecutivo

Lo primero que ha hecho el Ejecutivo de Arce es reunirse con distintos empresarios para asegurar las limitaciones de la divisa en sus importaciones. La idea es que si no se compra más caro, no se vende después más caro. Pero eso está afectando al abastecimiento de algunos productos y, aunque todavía no se puede hablar de escasez, lo cierto es que preocupa a buena parte de la población por lo que pueda ocurrir después.

Esta misma semana el propio Arce, a través de su ministro de economía, acaba de plantear la posibilidad de un ‘cambio flotante’. Es decir, un tipo de cambio que varíe en una horquilla -más o menos amplia- según las circunstancias exteriores. Esto haría, según el Gobuerno, «que aunque se produjesen aumentos en la inflación, pudieran ser controlados en el corto plazo».

Desde la oposición lamentan la «falta de originalidad». Este tipo de movimientos, con cambios flotantes, los implementó en su tiempo Hugo Chávez, con terribles consecuencias para Venezuela, y lo llevó hasta sus últimas consecuencias Alberto Fernández en Argentina. Precisamente allí, en Argentina, los ciudadanos han elegido a Javier Milei bajo la promesa de acabar con el dispendio gubernamental y, en mayor medida, porque prometió acabar con la inflación que supone la devaluación constante de tu divisa en términos reales. Al no atajar los problemas de fondo de la economía, el cambio flotante oficial no reflejaba una realidad que se negociaba en mercados paralelos.

 

Si, en el caso de Bolivia, funcionará la fijación artificial de los tipos de cambio para frenar una espiral inflacionista llevada por la escasez, es algo que quedará patente en los próximos meses, pero que no cuenta con la confianza de los grandes inversores ni de las empresas extranjeras, que no limitarán los precios de venta a Bolivia ni realizarán grandes inversiones antes de las próximas elecciones de 2025.