Cada dólar cuenta: para costear la guerra, Ucrania se lanza a privatizar sus empresas públicas

El conflicto de desgaste con Moscú está vaciando las arcas de Kiev, y ahora el gobierno de Zelensky espera desprenderse varias compañías para financiar a sus Fuerzas Armadas y estabilizar la economía del país

El imponente Hotel Ucrania se yergue en el centro de Kiev desde hace seis décadas y ha sido testigo de algunos de los momentos más cruciales de la historia reciente del país.

En la plaza que se encuentra frente al hotel y que más tarde sería rebautizada Plaza de la Independencia (Maidan) se reunió la multitud para celebrar la caída de la Unión Soviética, y allí también se produjeron los levantamientos populares que derrocaron a los líderes ucranianos de entonces. Hoy, todo ese espacio que está frente al hotel está cubierto de banderas azules y amarillas, un recordatorio de las miles de vidas que ya se han perdido en la actual guerra entre Rusia y Ucrania.

Pero ahora el Hotel Ucrania está de remate y es uno de los grandes activos estatales de los que el gobierno de Volodimir Zelensky pretende desprenderse para ayudar a financiar a sus Fuerzas Armadas y apuntalar una economía agotada por una guerra de desgaste que ha vaciado las arcas públicas. El precio de base del Hotel Ucrania es de 25 millones de dólares.

A partir del mes próximo, el gobierno rematará unas 20 empresas estatales, incluido el Hotel Ucrania, un inmenso shopping de Kiev, y varias compañías químicas y mineras.

El impulso privatizador tiene dos objetivos principales: recaudar dinero para un presupuesto nacional que este año se quedó corto en 5000 millones de dólares por los gastos militares, y reforzar la tambaleante economía con la inyección de inversiones privadas que con el tiempo logren que el país sea más autosuficiente.

“El presupuesto está en rojo”, dice Oleksiy Sobolev, viceministro de Economía de Ucrania. “Tenemos que encontrar otras formas de financiamiento para estabilizar la macroeconomía y ayudar al Ejército a ganar esta guerra contra Rusia”, explica.

De todos modos, el alcance de las privatizaciones es limitado, y el impulso enfrentará considerable resistencia en un país en guerra, donde además muchos ucranianos temen que el producto de esas ventas se pierda en el agujero negro de la corrupción sistémica del país.

Ievgen Baranov, CEO de la firma de inversiones Dragon Capital, con sede en Kiev, dice que las privatizaciones solo avanzarán “si el gobierno actual actúa como un vendedor responsable, capaz de darle garantías a los potenciales compradores”.

Consciente de que la guerra en curso puede ahuyentar a los inversores, para este año el gobierno se propuso el modesto objetivo de liquidar un mínimo de 100 millones de dólares en activos públicos, una suma ínfima frente a los megamillonarios paquetes de ayuda militar que recibe de sus aliados de Occidente.

Los funcionarios y expertos ucranianos reconocen que dados los riesgos que plantea el conflicto bélico, es probable que los activos se vendan a precios más bajos que antes de la guerra. Pero esperan que las privatizaciones ayuden a apuntalar la economía, generando nuevos puestos de trabajo y más ingresos fiscales, además de atraer otras inversiones. Dicen que la situación es de extrema urgencia.

“El Estado está desesperado por conseguir dinero”, apunta Michael Lukashenko, socio de Aequo, un estudio de abogados especializado en asesoramiento sobre privatizaciones. “Si no vendemos y recaudamos dinero ya mismo, pronto no habrá nada que vender, porque la propiedad será destruida o será ocupada”.

 

Deudas y mala administración

Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, Ucrania heredó un montón de empresas públicas sumidas en deudas y pésimamente administradas. Según cifras oficiales, actualmente Ucrania tiene unas 3100 empresas públicas, de las cuales menos de la mitad están en funcionamiento y sólo el 15% genera ganancias operativas.

El año pasado, las cinco empresas menos rentables le costaron al Estado más de 50 millones de dólares. “Es un nivel de déficit inaceptable, especialmente en tiempos de guerra, cuando cada dólar que se gasta debe ser cuidadosamente controlado”, dijo recientemente en una entrevista Vitaliy Koval, director del Fondo de Propiedades Estatales de Ucrania, que administra las empresas públicas del país

 

En la pared de su oficina colgaba un mapa de Ucrania con alfileres que marcaban la ubicación de unas 30 destilerías estatales: sólo cuatro de ellas están en funcionamiento, dijo Koval, y agregó que el objetivo es quitar todos los alfileres de ese mapa.

 

El objetivo final del gobierno es retener el control de sólo 100 empresas públicas.

 

Koval señaló que actualmente Ucrania no tiene suficientes armas para evitar que Rusia destruya o capture sus fábricas, y que el país tiene que vender rápidamente de activos para “comprar más proyectiles y defensas aéreas para proteger” a su sector productivo.

 

“Es más prudente invertir ahora mismo unos miles de dólares en proyectiles que arriesgarse a que en un futuro esas activos caigan en manos de los rusos”, advirtió Koval.

 

“Reliquias del pasado”

Uno de los mayores activos en venta es la United Mining and Chemical Company, conocida como UMCC, uno de los mayores productores de titanio del mundo, un metal crucial para la fabricación de aviones e implantes médicos. Antes de la guerra, aunque en medio de la pandemia y bajo amenaza de invasión rusa, Ucrania tuvo que cancelar tres veces la subasta de la empresa por falta de oferentes.

 

El gobierno ucraniano ahora espera llevar a cabo una cuarta subasta, prevista para la segunda mitad del año. Vitaliy Strukov, socio director de BDO Ucrania, la firma financiera que asesora al gobierno en la venta de UMCC, dice que ya hay siete inversores interesados, y que el precio de base para la venta será de 100 millones de dólares.

 

Pero en Kiev son muchos lo que tienen sentimientos encontrados sobre este embate privatizador. Algunos dicen que para apoyar el esfuerzo bélico “cada grivna cuenta”, en referencia a la moneda de Ucrania, pero también expresan su temor por el destino de ese dinero, debido a la corrupción.

 

“Nadie sabe adónde va a parar ese dinero”, dice Olha Kalinichenko, de 36 años, mientras desayuna en el restaurante del Hotel Ucrania y disfruta de la vista de la Plaza de la Independencia, con las cúpulas doradas de las catedrales alzándose en el horizonte entre edificios de la era soviética.

 

Koval dijo que el hotel acumula un millón de dólares en deuda y que el gobierno no debería retenerlo simplemente por su historia. “Muchas empresas de la era soviética ahora son reliquias del pasado”, afirmó. “Lo que tenemos que hacer hoy es sacarnos ese lastre del pasado”.